martes, 11 de agosto de 2009

Borderline.

La noche se alejaba, y Bianca yacía dormida, su rostro apegado a la almohada, sumida en sueños. Una vez mas sus ojos se mueven bajo los párpados, tratando de descifrar lo que contiene su inconsciente.
Bianca vive en un departamento, en Palermo viejo, sobre una calle repleta de árboles, con cuadras angostas y un empedrado gris.
La luz se adentraba en la habitación por la amplia ventana que se ubicaba exactamente al lado de la cabecera de su cama.
Son las 9 de la mañana y suena el despertador, la radio, ella no usa celular, le gusta mas a la antigua. Sin abrir los ojos manotea la perilla de la radio para apagar la canción de Jazz, se frota los ojos y mira a su techo. Así se queda 5 minutos, con la mente completamente en blanco, mirando aquel techo blanco iluminado por un nuevo día.
Se remite a levantarse, a sentir la textura de sus pantuflas grises, y de caminar unos pasos hacia el baño, donde se lava la cara y se observa: sus facciones angulosas, sus ojos canela, su boca pintada con trazos finos, su pequeña nariz y su cabello con un rojizo ya desteñido, desmechado y corto.
Bianca pone un cd de “ the police “, y se prepara un café. Después observa la caja de parissiene, y toma un cigarrillo, que prende con la hornalla.
La música la hacia sentir menos sola, aunque ella se había recuperado, o eso le afirmaban los tantos médicos, psiquiatras, psicólogos y hasta su propia madre, todavía le costaba no sentirse inútil, incomprendida, y vacía. La música, como siempre, la acompañaba mas intensamente que cualquier ser viviente.
Bebe los sorbos del café amargo y luego saborea el humo del cilindro con tabaco, y demás sustancias. Mientras abre su placard, que ahora yacía algo ordenado, no como antes, todo en su departamento yacía tirado, y agarra un Jumper verde, unas calzas negras y unas botas color pistacho.
No pudo evitar toparse con ese álbum de fotos y esa caja de recuerdos, que nunca había quemado, que nunca había desechado. Como todas las mañanas al observar esos dejos del pasado un infructífero sentimiento se desembocó en su pecho y en su garganta, como un golpe en seco. Tal vez hubiera sido mejor si no hubiera tomado esa caja y ese álbum de fotos, pero lo hizo.
Se vio ella a los 15 años, con su mejor amiga de ese entonces, llamada Paola, ambas sentadas en un umbral de la esquina de su casa, en ese entonces San Telmo, sonriendo.
Luego pasó fotos demás, ella con grupos de jóvenes en recitales, y boliches, bebiendo. Fotos en parques con sus mejores amigos, fotos y mas fotos.
Bianca se levanta, y de un alajero de su infancia saca un porro, lo enciende, y sigue mirando las fotos, mientras siente el sabor carácteristico de la marihuana y aguanta el aire unos segundos hasta volver a expulsarlos, sus dedos ya estaban con manchas amarillas y uñas rotas ( proveniente del dejo de su vida). Eso tampoco debía de hacerlo, según los especialistas era causa de su enfermedad, el apego a sustancias y su dependencia. “No soy dependiente de nada”, decía Bianca allá por sus 17 años, entre copas de vodka y besos con cualquier persona que se cruzara. Ella siempre pensaba que podía controlarse y dominarse a sí misma, pero estaba muy equivocada, porque no era solo eso la que la llevó a su abismo, sino que también era el hecho de pensar que podía manipular a los demás.
La próxima foto era de su novio de 3 años, un bohemio con cabellos alborotados y ojos grises. Una lágrima casi se desplaza por la foto, pero Bianca ya se había acostumbrado al dolor. Su relación era completamente destructiva, a parte de peleas constantes, ella se obsesionó al borde de la locura con el, con el deseo de poseer todo, y sin embargo, se sumía en la promiscuidad.
El la había dejado entre llantos porque no podía convivir , según el, “ con una persona loca, obsesiva, posesiva, y que a parte me caga”. Ella lo persigió durante 2 años, hasta llegó a pegarle a las muchachas con la que Lautaro había estado, por el simple hecho de que ellas lo tuvieran a él y ella no.
Después de observar múltiples fotos pasó a la caja de recuerdos, entradas de cine, cartas, envoltorios de regalos.
Una carta de sus padres la conmovió, por allá por el 1995 cuando tenía unos 10 años.
Tal vez, si las peleas de sus padres no hubieran sido tan violentas, si los hechos de su infancia no la hubieran marcado, ahora no estaría sola. Su padre era ingeniero y su madre era poeta, su padre a veces la visitaba hablándole de su ascenso, y su madre estaba como siempre, en otro lado. Ahora estaba en Cannes, tan lejos de ella.
Bianca tomó su guitarra y comenzó a tocar esos temas melancólicos, su voz estaba un poco rasgada, pero sabía controlarla.
Su rutina diaria, era así, se había separado de todas sus amistades, Bianca era borderline, trástorno de personalidad límitrofe, le recetaron a los 19 años, cuando sus padres la encontraron en un coma alcohólico, y al hacerle un examen pudieron observar , a demás, múltiples drogas en su cuerpo.
La internaron días después, cuando intentó el suicidio al encontrarse completamente inútil, sola,desesperanzada y ansiosa, y por supuesto, culpable.
Culpable de su enfermedad, había sometido a muchas otras personas a caer en su juego, en su manipulación, y todos, absolutamente todos se habían alejado de ella.
Había salido hace 2 semanas y se sentía mejor, y ese día, algo cambió de su rutina, algo cambió en su cabeza, y se dirigió al balcón, y quemó todas las fotos, los recuerdos, todos los resabios de su vida anterior.
Mientras observaba el lazo de colores rojos y anaranjados bailando y marchitando todos sus recuerdos,comenzó a llorar, y luego se quedó dormida, nuevamente, las lágrimas y la marihuana la sedaron bastante, a demás de las pastillas que tomaba.
Lo que Bianca no sabía en un pasado es que yacía atrapada en su cárcel, y cuando saliera, nadie ni nada iba a encontrar, más que un café, un cigarrillo y un par de fotos.
Ahora lo sabía, y decidió cambiar su vida, por mas chica que le parecía, su alma era ínfima e inagotable, y no iba a permitir que el desasosiego se apoderada de ella nuevamente, ya era demasiado, Bianca ya no movía sus ojos bajo sus párpados, esta vez yacía calma y el inconsciente había cesado de enviarle señales, esta vez se había calmado su cabeza, al menos por ahora.

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